Cuando Manuel tenía unos 10 meses, decidimos cambiar el rumbo de nuestras vidas. Antonio estaba cansado del país, echaba de menos su tierra y quería volver e intentar buscar un negocio en Fuengirola, un sitio que conocimos bastante bien. Yo por mi parte casi me daba igual donde vivir, iba a terminar la baja por maternidad y no tenía muchas ganas de volver a trabajar como camarera ni en el restaurante de la estación ni en los trenes.
Dejamos nuestro piso en el centro de Malmö, guardamos los muebles, metimos las maletas en el coche y nos fuimos a España. El viaje fue muy largo y duro, llegando a Hamburgo ya quería bajarme con el niño ¡y meterme en un avión! Decidimos avanzar pero por las noche, así por lo menos el niño estaba dormido. Tenía toda la parte trasera del coche para jugar, moverse o dormir, no habían llegado aún las normativas de sillones para bebés. Aún así fue un viaje largo y cuando estábamos llegando a Irún para reposar un rato, el niño no quería de ninguna manera meterse en el coche, estaba más bien harto.
Por fin llegamos a Puerta Verde, en San Lorenzo del Escorial, la finca donde trabajaba mi suegro y donde vivía con mi cuñada Margarita. Pasamos unos días con ellos y después seguimos el viaje hacia el sur, hacia Fuengirola, que era nuestro destino. Antonio tenía sus amigos allí y pensábamos que les iba a ser más fácil poder trabajar o buscar algún negocio en un sitio conocido.
Encontramos una bonita casa, una agrupada en el centro con varios dormitorios, salón y un hermoso patio. Nuestro amigo Jose vivía justamente en frente, tenía también una niña de la edad de Manuel que se llamaba Evita. Jose y Antonio montaron un negocio, un bar de copas y algo de comida pero solo abrían por las noches, cosa que no me gustaba nada ya que así era imposible tener una vida familiar.
Manuel y yo pasábamos nuestro tiempo con la madre de Evita, ella fue la persona que me enseñó a cocinar algo de la gastronomía española. Pasábamos mucho tiempo en la playa y Manuel era un espectáculo, tan gordito y con ese pelo tan rubio y rizado, todo el mundo hacía comentarios de lo guapo que era. Ahora cuando miro fotos de la época reconozco que sí que era un espectáculo.
Fue un verano con muchas visitas, mis padres y mi hermana Anna-lena vinieron y también bajaron en coche desde Suecia. Primero se quedaron unos días en la finca Puerta Verde y yo dejé al niño al cuidado de su padre para poder coger un avión y verles ahí. Ni idea de cómo mi padre pudo encontrar el sitio y conducir solo por toda Europa, ¡sin GPS! Pero llegaron y celebramos su 45 cumpleaños. Después de unos días de fiesta y excursiones bajamos juntos en coche a Fuengirola. En esa época se tardaba una eternidad, no es que hubiera mucho tráfico, ni más kilómetros pero las carreteras constaban de subir y bajar montañas y si tenías un camión delante, había que tener mucha paciencia.
Al final llegamos y Antonio había dejado al niño a cuidado de una auténtica desconocida, así que la bronca estaba servida, ¿cómo había podido? Sin esperar ninguna explicación, me dio la dirección y fui pitando a buscarle, aunque estaba claro que estaba muy bien y no le había pasado nada.
Mis padres estaban encantados de ver a su nieto otra vez, le echaban mucho de menos. Pasamos unos días en la playa y haciendo algunas pequeñas excursiones. El tiempo se pasa volando cuando te lo pasas bien, por lo que llegó rápidamente el momento de la despedida. Para ellos resultaba un viaje muy largo, en una época donde no existían los móviles, ni el GPS, solo se podía esperar y rezar de que todo fuera bien.
Las visitas seguían, vinieron mi hermana Annika y mi cuñado Christer, ellos bajaron en avión y con hotel incluido. Pero aún así pasamos mucho tiempo juntos, venían muchas veces a comer a casa y luego nos íbamos a la playa. Cuando se marcharon vinieron mis cuñadas unos días, ellas se quedaron en casa y fuimos haciendo los mismo planes, íbamos a la playa, a hacer pequeñas excursiones y jugábamos a las cartas por las noches. Fue un verano muy movido y lo pasamos muy bien con toda la familia.
El verano llegó a su fin y el negocio de Antonio y su compañero Jose no iba del todo bien ya que era un trabajo bastante sacrificado, no daba mucho dinero y tenían que trabajar durante toda la noche, cosa que a mí no me hacía mucha gracia. Un día Manuel se puso muy malo, tuvo fiebre muy alta con diarrea y vómitos. Inmediatamente, fuimos a urgencias. Nos recetaron unos medicamentos para controlar los vómitos, pero no ayudaron mucho. Durante esos días lo pasamos realmente mal, tenía bastante miedo. Poco a poco se fue recuperando y por fin lograba comer algo, de todos modos yo estaba muy asustada y quería volver a Suecia. Decidimos volver por el mismo camino que la otra vez, aunque esta vez Antonio iba sólo en el coche y yo iba con Manuel en el avión.
Antonio liquidó las cuentas con su socio y compramos el billete de avión. Unos días antes de la partida, fuimos al banco a retirar nuestro dinero y a comprar las divisas que faltaba para el viaje que Antonio iba a hacer en coche.
Después de la cita con el banco, Antonio se fue a hacer unos recados y yo llevé al niño en su carrito de paseo por el Paseo Marítimo. llevaba mi bolso colgado en el carrito y mientras yo miraba las tiendas, un caradura me lo robó. Creo que me iba a volver loca, no sé cómo pude ser tan descuidada ya que en mi bolso se encontraban los billetes, el pasaporte y todo mi dinero. Fue una desgracia terrible porque nos quedamos sin nada y sin saber qué hacer. Fuimos a denunciar el robo a la Policía sin ánimo de recuperar nada pero como nos robaron también documentos importantes como los pasaportes, era necesario avisar a la Policía.
Antonio pudo localizar a su hermana y ella enseguida nos mandó dinero, el cual llegó muy rápido, sabiendo que esto pasó hace más de 40 y pico años. Al día siguiente, nos avisaron de que habían encontrado el bolso tirado en un rincón de un Supermercado cerca de donde me robaron. Claro, el dinero no estaba, pero sí los pasaportes y los billetes, así por lo menos podíamos viajar.
Celebración del 45 cumpleaños de mi padre
Antonio nos dejó en el aeropuerto y siguió su viaje solito hacia Suecia. Se quedó una noche en Fresno el Viejo y su hermano le prestó dinero, nos ayudó mucho (Dinero que le devolvimos, aunque mucho más tarde).
Una vez en mi tierra fuimos a la casa de mis padres para esperar la llegada de Antonio. No fue una semana muy buena, no les conté nada de la desgracia a mis padres ya que estaban bastante molestos por nuestras idas y venidas, tuve que aguantar bastantes reproches.
Una vez que llegó Antonio, fuimos rápidamente a buscar un piso. Sin referencias, sin sueldos y sin contrato de trabajo no había mucho por dónde elegir y terminamos en el barrio más famoso de la ciudad por su baja calidad y por sus inmigrantes.
Pues así empezamos otra etapa de nuestras vidas. Antonio recuperó su trabajo en el restaurante Lundia, en Lund y yo me quedé en casa unos meses más con mi niño.
El resto es otra historia.