A principios del año 1985 habíamos liquidado la ganadería y habíamos comprado un piso de protección oficial en Conjunto San Luis en San Pedro Alcántara. Era nuestro primer piso en propiedad desde que llegamos a España en 1979. Estaba encantada, ya que podía decorar el piso como a mí me daba la gana y por fin todos esos muebles que nos habíamos traído desde Suecia, estaban en su sitio.
Creo que era la primera persona que se mudaba a esos bloques ya que no había ni luz, tenía que encender muchas velas cuando llegaba la noche. En principio vivía sola ya que Antonio seguía teniendo que resolver muchas cosas en Navalmoral. Para que me hiciera compañía, tenía a una perra que se llamaba Cherry, era preciosa y muy cariñosa.
En seguida empecé a trabajar en la misma empresa que antes Knight Insurance.
Mi jefe había comprado un chalet en el centro de San Pedro, una casa grande la cual reformó para que fuera una oficina y estaba a solo 5 minutos andando desde nuestro piso.
No me quede sola por mucho tiempo, Antonio y Manuel vinieron bastante pronto. Ya estábamos instalados, mi hijo ya iba a su colegio y Antonio se la pasaba buscando trabajo. Él y un amigo suyo, buscaban chiringuitos donde poder trabajar, finalmente encontraron uno en Marbella. Los negocios de Antonio nunca eran fáciles ni de conseguir, ni de vender, pero él siempre lograba todo lo que quería.
Ya faltaba poco para que mi hijo naciera, la fecha era mediados de abril. Lo tenía todo más o menos preparado y menos mal, porque el niño nació un mes antes de lo previsto. Fue ochomesino y encima vino al mundo de nalgas. Ese renacuajo que ahora va a cumplir 38 años y que mide casi 1,90, fue el primer niño que nació en el Conjunto de San Luis.
No nos sobró mucho dinero después de invertir lo que teníamos en aquel piso y en el nuevo negocio de Antonio, así que no tenía más remedio que trabajar aunque el niño no tenía más que 6 semanas de vida. Comencé a buscar una niñera, se llamaba Mari, era una de las hijas de Salvadora, la dueña del primer piso que alquilamos. Ella y sus hermanas querían mucho a mi hijo y le cuidaban muy bien, a parte me ayudaban con otras tareas de la casa.
Antonio y su amigo comenzaron a arreglar el chiringuito que encontraron. El verano estaba a la vuelta de la esquina así que tenían mucho trabajo y mucha prisa.
A finales de mayo estaba casi todo el trabajo terminado, así que justo antes de abrir, celebramos allí el bautizo de Sebastián. Vinieron mis padres, mis cuñados y todos mis compañeros del trabajo.
El Conjunto San Luis era una construcción nueva y todos los vecinos eran residentes nuevos, además eran de distintas regiones de España. La mayoría eran familias jóvenes con niños pequeños. Allí hice amistades que todavía tengo, aunque ha pasado mucho tiempo y han pasado muchas cosas en nuestras vidas.
Los pisos como he dicho eran de protección oficial, así que no tenía nada más que lo básico, no había nada de lujo. Aún así, el Conjunto de San Luis era y sigue siendo un sitio muy céntrico en San Pedro, con un enorme patio para que los niños puedan jugar. Con el tiempo nos fuimos conociendo todos, los niños jugaban todos juntos en aquel patio y los padres nos la pasábamos tranquilos ya que había mucha seguridad.
En aquella época había poco sitios como ese conjunto, donde los niños pudieran jugar sin tener que preocuparnos por los coches y por las motos. Fue allí donde Sebastián dejó de llamarme "mamá" y desde entonces siempre me ha llamado por mi nombre. Su razonamiento fue que allí todos los niños llamaban a sus madres "mamá" y finalmente nadie identificaba a qué madre era a la que estaban llamando. Por lo que él llamaba a Eva y por lógica, solo salía yo.
Creo que los niños tuvieron una buena infancia en ese lugar y los padres éramos todos de la misma edad, por lo que siempre estábamos haciendo cosas juntos. Nos ayudábamos todos con los críos. Julio les enseño jugar al futbol, yo intenté enseñarles el juego sueco que es parecido al “baseball” americano, hacíamos costura con ayuda de Manuela que también trabajaba como peluquera en su piso. Los domingos nos juntábamos todos para ir al campo a pasar el día entero, preparábamos allí la comida y simplemente disfrutábamos del domingo juntos. Éramos una mezcla de distintos orígenes, Manuela de Verín, Julio de Toro, Edurne de Bilbao, Isabel y Salvador Andaluces, Elena y Miguel de Talavera.
Fue la primera vez que me sentía a gusto y aceptada por todos. Nos ayudábamos mutuamente ya que no teníamos abuelos o tíos muy cerca, éramos como una gran familia. Eso sí, en verano se quedaba el patio casi vacío, todos nos íbamos a pasar las vacaciones a nuestros pueblos junto a nuestros familiares.
A pesar de todo eso, era una época en la que estaba muy sola, además de sentirme como madre soltera. Antonio solo trabajaba, día y noche, su único descanso era de octubre a febrero. Tuvimos bastantes riñas y peleas sobre su exceso de trabajo y el dejarme 24 horas y 7 días a la semana con los niños. No tuve tampoco mucha ayuda de mi familia, ni de Antonio.
Las vacaciones de verano eran bastante complicadas ya que los niños tenían 3 meses de vacaciones y yo solo tenía 1, el cual aprovechaba para volverme a mi tierra. Los billetes eran carísimos en esa época, me costaba 1 mes de sueldo el poder pagar todo, pero tampoco quería quedarme totalmente sola en el edificio. No sé cómo me las arreglaba pero los niños estaban en constante movimiento. Una semana se iban de campamento, otra se quedaban en el chiringuito, otras se quedaban con mis cuñados. Era como hacer un puzzle para que todas las semanas del verano tuvieran donde estar.
Estuvimos viviendo 8 años en C. San Luis, después cogí a mis hijos, hice la maleta y me mudé a una casa de alquiler pero eso ya es otra historia.