La casa de mis abuelos en Norrbyn, norte de Suecia.
La casa de mis abuelos en Norrbyn, norte de Suecia.
Cada verano íbamos al norte a visitar a mis abuelos y no solamente íbamos nosotros, sino que también iban nuestros tíos y primos. Cuando era pequeña, mis abuelos no tenían muchos animales, solamente tenían 5 vacas y un caballo. Ellos ya eran muy mayores y estaban muy cansados, ya que habían vivido una vida bastante dura.
La casa de mi abuelo se llamaba Flakaàsen, (el nombre real del sitio era Svebohall). La había construido con sus propias manos y con la ayuda de su suegro que era carpintero. Toda la casa estaba hecha de madera y tenía una cocina grande, un sofá-cama donde dormían, una habitación con chimenea que mi abuela usaba para hacer dulces y panes, un telar enorme y una rueca. Mi abuela sabía hacer de todo, tanto productos comestibles como su propia lana, ropa y alfombras. La casa tenía un gran porche y en él había una mesa enorme para poder comer todos juntos.
Para mí, que venía del sur, la comida que preparaban era bastante extraña, hasta las patatas eran diferentes. Se llamaban patatas de almendra, tanto por su forma como por su sabor. Las sardinas eran del baltico norte y eran mucho más pequeñas que las del sur. El pan era blanco y muy duro y la leche cruda tenía un sabor particular. Mi abuela tenía un aparato muy ingenioso donde vertía la leche recién ordeñada. Esta máquina separaba la nata de la leche y con ella podía hacer mantequilla y queso. El desnatador, se inventó a principios de 1900 en Suecia por Gustaf de Laval (lo tenían casi todos los granjeros).
Como había tanta gente en esa casa, teníamos que dormir en el desván, que era un lugar muy emocionante para los niños. Ahí volaban los murciélagos de un lado a otro y mi primos nos asustaba diciéndonos que esos bichos volaban hacia las cosas de color blanco, así que nosotras nos tapábamos con la manta.
Cada año fuimos a visitar a los abuelos
Los abuelos con la familia.
La casa tenía electricidad, pero no había agua corriente ni baños. El agua se sacaba de un pozo y luego se cocinaba con leña. Para poder ir al baño, se tenían unos orinales debajo de las camas y al lado de la cuadra, había una casita donde se encontraba el retrete que constaba de dos agujeros. A mi hermana y a mi nos resultaba bastante divertido ir pero no me puedo imaginar lo duro que tuvo que ser para mi madre, bueno, realmente para todos aquellos que tenían que ir en invierno y estando a -35 grados. Los veranos sin embargo, podían ser también muy crudos, ya que aparecían muchos mosquitos y otros bichos voladores que picaban. Antes de salir, mi madre nos impregnaba con algún producto antimosquitos y en las manos siempre teníamos ramitas de abedul para ahuyentar a los demás insectos.
Antes de tener nuestro propio coche, íbamos cada verano en tren. Un tren que iba desde el sur hasta el norte de Suecia y se llamaba “La flecha de Laponia”. Como el viaje era muy largo, tocaba dormir en el tren, (toda una aventura para nosotras). Desde siempre me ha gustado viajar en tren, siento que es algo muy especial, emocionante y desestresante. Pero un día terminaron esos viajes al norte, mis abuelos se fueron haciendo cada vez mayores y se fueron a vivir a un piso en la ciudad más cercana, Hörnefors, ya que no podían seguir viviendo solos en la casa del bosque.
Después de no mucho, mi abuela falleció y poco después, murió mi abuelo. Yo para ese entonces tendría unos 15 años y tardé aproximadamente 35 años en volver a subir a Norrland otra vez. La casa y el terreno todavía existen y son propiedad de uno de mis primos. Cuando decidí ir, preparé el viaje desde España, para poder enseñarles a mis hijos el norte de Suecia. Quería enseñarles el sol de media noche y el origen de una parte de mi familia, fue un viaje muy emocionante. Ya no existía “La flecha de Laponia”, pero aun así fuimos en tren. Al final llegamos a Umea, donde estaban mis padres esperando. Ellos decidieron ir en avión ya que se trataba de un viaje muy largo. Mi primo nos dejó quedarnos en su casa de campo que está a unos 200 metros de la casa de mis abuelos, lo cual le estaré eternamente agradecida.
Fue un viaje que removió muchos sentimientos ya que volví a ver la casa de mis abuelos. La recordaba bastante más grande de lo que realmente era. Ya no había campo cultivado, la cuadra no existía y había un silencio total, solo se escuchaba el viento en las copas de los pinos. Creo que mis hijos se lo pasaron realmente bien, se pasaban el día pescando en lagos y en ríos. Ver la naturaleza tan distinta del sur y lo que es realmente espectacular, que no se haga de noche y el día dure 24 horas.
El tren a Norrland
Mi tía Nora y mi tío Erik ayudando con la cosecha
Mi primo sacando una foto de la cuadra desde el tejado de la casa
Mi abuelo Axel, asi lo recuerdo. Aqui en el bosque mirando su terreno.
¡Después de muchos años!
Manuel pescando medianoche, en un río cerca de la casa de mis abuelo, y
Sebastián en Svartsjön, el lago a unos km de la casa, todo una experienca pescar por la noche con luz.