Hace más de 25 años que compramos nuestra casa, que da al cementerio del pueblo.
Dudamos bastante si comprarlo o no, pero la casa era perfecta y el precio era muy razonable. La duda no era solamente por el cementerio sino también que la casa era la última de una calle larga y estrecha además sin salida (cul-de-sac). Al final decidimos comprarla, el banco nos daba la hipoteca y si había que tener a los muertos como vecinos no pasaba nada, no son precisamente ruidosos, los vivos molestan bastante más.
Así que compramos la casa en octubre del 93. Ese año el otoño trajo mucho frío con él, temperaturas bajas y mucha niebla. Por primera vez en mi vida tenía una chimenea propia, así que compramos leña y poco a poco aprendía también a encenderla sin llenar la casa de humo.
Llegó el día 1 de noviembre, el día de Todos Los Santos. Llevábamos un mes viviendo en la casa nueva y el cementerio se llenó de familiares y amigos de los difuntos, como en cualquier sitio de España. Cuando empezó a oscurecer me puse a encender la chimenea y mi hijo de 8 años vino corriendo a decirme “Mamá, mamá, tienes que venir porque hay una señora que está encerrada en el cementerio y está gritando:
¡ Ayúdame a salir!"
En ese entonces no se celebraba Halloween en España, así que mi corazón dio un vuelco, no podía creer lo que gritaba mi hijo. Subimos corriendo la cuesta de la calle hasta la entrada del cementerio y efectivamente allí dentro vi a una señora mayor pidiendo ayuda para salir. Dijo que no se había dado cuenta de la hora que era y el guarda no la había visto. Pues le digo a mi hijo que se quede con la señora mientras bajo corriendo a llamar a la policía. Tomaron nota pero también me dijeron que ellos no tenían la llave, pero ese no era mi problema. Subí otra vez la calle para esperar a la policía que al final vinieron junto con el guarda que tenía la llave. La señora nos dio las gracias y volví a casa con mi hijo.
De repente me dijo:
“¿Sabes porqué estaba allí?”
"Pues para qué va a ser, para visitar a algún difunto", le contesté.
“Pues no, dice que cada año el día de los difuntos baja de su pueblo para ir al cementerio a última hora para recoger flores y plantas que la gente ha dejado durante el día.”
Y efectivamente, recordándolo bien, ella salió con una bolsa en cada mano. Pues hijo, si me entero de esto antes te juro que se queda allí dentro encerrada toda la noche como castigo porque si hay algo malo en esta vida, es robar a los muertos.