En la serie “Cuéntame” hay un capítulo donde la familia Alcántara se va de vacaciones por primera vez. Todos se meten como sardinas en lata en un Seat 600 con destino a la playa, creo que a Benidorm, y allí hicieron amistad con una familia sueca que también estaban de vacaciones. Este episodio me hizo recordar mi primer viaje a España con mi familia.
Fue en 1970, mis padres tenían una economía bastante buena, mi madre trabajaba en Telefónica que para entonces era estatal y mi padre era vendedor de coches, además muy bueno.
Era la época de los charters, todos los suecos soñaban en ir a aquellos sitios donde el sol brillaba. Para los que no lo sepan, charters significa llenar un avión de gente que va a un mismo destino pero a distintas estancias. Había gente que se atrevía a coger un hotel “sin especificar” para ir por ejemplo a Costa del Sol y terminar su viaje en Ronda.
Durante los años 70 los viajes charters se convirtieron casi en un movimiento popular. Todos, independientemente de su clase social o su conocimiento de idiomas, podían disfrutar del lujo de vivir en un hotel, comer en buenos restaurantes y comprar alcohol barato. Lo más importante para los suecos de esa época era bañarse en el mar y quemarse al sol.
En el mes de enero las empresas de viaje publicaban sus catálogos y como todas las familias, nosotros también comprábamos los billetes a diferentes destinos. Había muchos lugares pero había que decidirse bastante rápido, ya que en muy poco tiempo, la mayoría de los sitios estaban completos.
Nosotros elegimos Mallorca, una isla que tenía todo lo que buscaban mis padres, hoteles con buen precio (Incluido pensión completa), sol, playa y excursiones, además Mallorca estaba de moda en Suecia de los años 70. Puerto de Sóller fue nuestro primer destino, un hotel tipo bungalow con piscina y no demasiado lejos de la playa.
Habíamos viajado en avión antes, pero esta iba a ser la primera vez que íbamos tan lejos. El avión estaba lleno de turistas suecos que tenían como destino Palma de Mallorca. En esa época servían en el avión comida y bebida, además estaba permitido fumar. Había más humo en el avión que niebla en Londres, (Más tarde asignaron asientos especiales para fumadores. Aprendimos que aún siendo fumadores, había que elegir las estancias de No-fumadores, por el simple hecho de que era imposible respirar).
En el aeropuerto de Palma nos esperaba el guía. Un autobús nos llevó atravesando un camino sinuoso hasta llegar a lo alto del Puerto de Sóller donde estaba ubicado nuestro hotel, había tantas nuevas impresiones. Era la primera vez que estaba en un hotel, la comida era bastante rara, era un idioma que no entendíamos, cada día salía el sol y el mar siempre estaba cristalina. Pasamos dos semanas estupendas, yo para entonces tenía 16 años, mi hermana mediana tenía 14 y la pequeña tenía 7.
Por las mañanas bajábamos todos a la playa, pasábamos las horas tumbados en la arena o alquilando un barco de pedales. El desayuno, almuerzo y la cena siempre las tomábamos en el restaurante del hotel, (Casi todos los hoteles aplicaban pensión completa). No fueron muchos los suecos que se atrevieron a exponerse a las sorpresas que se podían esperar en un restaurante local.
Las tardes las pasábamos jugando en la piscina y las noches en la discoteca que se situaba en el mismo edificio que el hotel. Allí fue donde gané el concurso de baile junto con un camarero del hotel, gané una botella de cava, creo recordar que no me dejaron probar más que un pequeño sorbo.
La música de los 70 fueron los años dorados por lo menos para nosotras, Shocking Blues con Venus, Los Diablos con Un rayo de sol y Oh Oh, Los Bravos con Black is black y Santana con Europa.
Los días se pasaron volando y volvimos a casa, estábamos tristes de dejar todo aquello y llevábamos la maleta llena de discos españoles y buenas memorias. España nos había dejado muy buen sabor de boca, tanto que ya estábamos planeando nuestro próximo viaje.
La dulce camarera que nos servía el desayuno.
La piscina donde pasamos las tardes.