Así fue cómo Manuel y yo volvimos al campo. El empezó el colegio de nuevo y Antonio nos encontró una casa. Era una casa independiente con tres plantas, muy bonita y acogedora, a muy pocos metros de la casa de mi suegro.
Seguía sin pasar mucho tiempo en el campo, ya que alguien debía de quedarse en casa para cuando Manuel llegara del colegio. Pero me sentía mejor en esa casa y con los vecinos, no le daba tanta importancia a la gente del pueblo. Supongo que ya sabían también quién era yo. También salíamos más a menudo a la calle.
Los meses pasaban y llegó la primavera. Era una época muy bonita, pero también me la pasaba mirando al cielo viendo si iba a llover o no. El agua era muy necesaria para la finca, sin lluvia todo se iba a la ruina. Antonio sembró unas hectáreas de alfalfa y maíz para los animales. También sembró patatas y sandías, no resultó ser un éxito pero los animales sí que lo disfrutaron. La tierra no daba para más, había mucho trabajo y todo era para nada.
El que sí que vió un buen negocio fue el hermano Fidel. Vino un día de visita y le encantó lo que su hermano había hecho con la finca. Aquí hay negocio, pensó. Había muchas hectáreas para poder sembrar y poder hacerse rico.
El problema era que él no era miembro de nuestra sociedad, solo éramos mi suegro, mis cuñadas y nosotros, todos al 50%. Tuvimos una reunión familiar los 6. Yo estaba presente pero no abrí la boca en todo momento, ya que yo ya sabía cuál era la opinión de Antonio. Su conclusión básicamente era que después de haber sembrado patatas, sandías, alfalfa y maíz, se dió cuenta de que la tierra no valia un duro como tierra de cultivo, sólo para pasto para el ganado.
Pero Fidel había convencido tanto a su padre como a sus hermanas. En esa reunión hubo discusiones, gritos y llantos ya que se le acusaba a Antonio de no querer meter a su hermano en la sociedad. Cosa que no era cierta, él sabía que invertir más dinero en esas tierras iba a resultar ser un fracaso.
Finalmente fue el único que acertó, los demás solo veían beneficios y billetes. Al final mi suegro golpeó la mesa con la mano y gritó, "Aquí mando yo y se incluye a Fidel"
Allí acabó todo, Antonio lógicamente no podía aceptar que su padre tuviera exclusivamente el mando. El patriarca, cuando éramos socios a medias. "Si eso es lo que quieres, nosotros nos vamos" fue lo que Antonio les dijo a todos.
La verdad que se hizo una bola de todo y a mí me culparon porque creían que yo había sido la que lo había decidido todo. Nada más lejos de la realidad, Antonio siempre ha hecho lo que le ha dado la gana, no necesitaba mi permiso ni mi opinión.
Eso sí, esto lo habíamos debatido y los dos pensábamos lo mismo. Fue muy feo que su familia me echara las culpas y un día me enteré de que habían comentado de que nunca sería bienvenida en esa casa. Cosa que realmente no me quitaba el sueño, tenía un hijo estupendo y ¡estaba embarazada!
Nos pusimos a hacer cuentas con mi cuñada y bajamos a San Pedro donde mi ex-jefe seguía con la oferta de trabajo, encontramos un piso en un bloque de nueva construcción donde invertimos el dinero de la ganadería.
¡Por fin teníamos nuestro propio hogar!