La familia completa en 1962, el día del bautizo de Anna-Lena
La familia completa en 1962, el día del bautizo de Anna-Lena
En 1962, el año que cumplí 9 años, nació mi hermanita Anna-Lena. Tampoco recuerdo mucho del embarazo de mi madre ya que fue una época en la que yo estaba ocupada con los primeros años del colegio, haciendo amigos nuevos y siempre tenía ganas de jugar con los otros niños del barrio. Es verdad que pasábamos el día jugando y estoy bastante segura de que mis nietas no conocen ni la mitad de los juegos que conocía yo. Jugábamos en grupos, unos hacían de amigos y otros de enemigos, siempre usábamos la imaginación. Recuerdo muchos juegos en equipo, como por ejemplo uno que se llamaba “Seguir la flecha”. Otro consistía en esconder papelitos con instrucciones para al final encontrar un tesoro.
También jugábamos mucho con la pelota y con gomas elásticas, cosa que no he visto nunca que mis nietas hagan. Los inviernos jugábamos mucho también, pero teníamos que hacerlo de otra forma. Contruíamos iglús, preparábamos guerras entre equipos, usábamos una manguera para crear una pista de hielo y poder hacer piruetas con los patines. Vivíamos constantemente en la calle y lo pasábamos genial, siempre jugando. Nuestros padres no jugaban nunca con nosotras, sólo en ocasiones muy especiales como por ejemplo cuando jugábamos al Monopoly o cuando hacíamos un puzzle. Nos regalaban muchas cosas por nuestro cumpleaños y por navidad, no nos faltaba de nada ya que teníamos un montón de muñecas, de casitas, de carros, de bicicletas. Todo eso era de muy buena calidad, tanto que hemos podido regalarles esos juguetes a nuestros nietos.
Por todo esto, no estuve muy al tanto de que llegaba un nuevo bebé a casa. Eso sí, recuerdo que mi padre nos contaba cómo había nacido el bebé. También recuerdo cuando llegaron, ya que mi hermana no paraba de llorar, me daba tanta pena escucharla que me hacía llorar a mí también. Yo sólo tenía 9 años por lo que no me dejaban salir sola con el carro del bebé, cosa que a mí me enfadaba mucho. Me parecía muy injusto que una muchacha con un poco más de edad que yo, pudiera sacar a la calle a mi hermana y que encima le dieran dinero por eso. Mi madre era muy cabezona y seguro que tenía hasta razón y tenía mucho más sentido común que yo.
Annika empezó el colegio, pero no íbamos a la misma escuela y la verdad que no entiendo muy bien el por qué. Ella iba a Rosengaard y solamente tenía que cruzar la calle de casa, mientras que yo, después de pasar mi primer año en un sótano, tenía que ir a uno bastante más lejos, en Augustenborg.
Annika y Anna-Lena en la cocina en Jägersrovägen
Anna-Lena y yo con el gato August
Andando se tardaba como 15 minutos y en bicicleta sólo tardabas 5 minutos. Yo claramente usaba la bicicleta todos los días, lo único que podía impedirlo era el mal tiempo. Al menos teníamos ropa suficiente para cualquier cambio climático y si podía recortar 10 minutos de camino, valía la pena ir en bicicleta (más cuando las clases empezaban a las 8:00h). Eso sí, tenía pánico de ir a buscar la bicicleta al sótano. Sentía verdadero terror bajar allí pero no recuerdo que mi padres le dieran la mayor importancia.
El piso en Jägersrovägen tenía tan solo dos dormitorios, así que cuando Annalena tenía sólo unos meses, fue trasladada a nuestro cuarto. Era una niña más bien tranquila y no nos molestaba. En cuanto mi madre dejó de estar de baja por maternidad, empezó de nuevo a trabajar pero sólo a media jornada, por lo que Annalena se tuvo que quedar con la vecina del bloque.
En 1964, cuando yo tenía 11 años, Annika 9 y Annalena 2, nos mudamos a Söderkulla. Recuerdo muy bien el año anterior a la mudanza, ya que íbamos semana sí y semana también a mirar cómo iba la construcción de nuestra nueva vivienda. Era un piso realmente grande (125 metros cuadrados), tenía 4 dormitorios, un salón enorme, una cocina y dos baños. Todo en un bloque con solo dos plantas, 4 vecinos por portal. Mis padres estaban muy ilusionados y nosotras también, pero también sentíamos tristeza de tener que perder los amigos que teníamos y tener que cambiarnos de colegio. La que no sufrió nada con el cambio fue Annalena, ya que era tan pequeña que lógicamente no tenía conocimiento del tema. Ella no recuerda otra cosa que no sea vivir en Söderkulla, ya que esa siempre ha sido su casa (desde 1964 hasta 2014 que fue cuando mis padres murieron).
Söderkulla, acabó siendo nuestro hogar por más de 50 años