Llegamos a la estación del Norte de Madrid a principios de enero de 1973. Allí estaba la hermana de Antonio esperando, él vino corriendo después vestido de militar (Nunca fue muy puntual). Estaba haciendo la mili y ahora estaba estacionado en Madrid.
Como llegamos muy pronto por la mañana lo primero que hicimos fue ir a desayunar antes de ir al piso de la familia de Antonio. La dirección nos tenía un poco intrigados, se llamaba Avenida de los Castillos. El barrio estaba a las afueras de Madrid, por lo que estaba lleno de pisos nuevos y había poca vegetación. Para ir tuvimos que coger un autobús desde la estación del Norte hasta San José de Valderas y de allí otro autobús que nos llevaba hasta el piso. El olor de aceite y ajo nos golpeó cuando entramos en el portal, era un olor extraño para nosotras que ni sabíamos lo que era aceite ni el ajo, un aroma que ahora nos obliga a decir - ¡Huele a España!
Nuestras madres no usaban ajo y el aceite para nosotras era para aquellas puertas que chirriaban o para lubricar las cadenas de las bicicletas.
El piso estaba bien ya que era grande y nuevo, eso sí, hacía un frío del carajo y la única calefacción que había provenía de una estufa de gas que nos daba un poco de grima ya que estábamos acostumbradas a pisos calientes con calefacciones bastante modernas.
En seguida empezamos a movernos a ver si podíamos encontrar trabajo ya que nuestra idea era quedarnos unos meses en España y para ello necesitábamos un trabajo. Fuimos a la Embajada Sueca, a la casa y al Club de los Suecos, pusimos anuncios y miramos con lupa todos los artículos de la prensa. Mientras nos apuntábamos a una academia de idiomas, nos dimos cuenta de que lo que habíamos aprendido en Suecia era un nivel muy bajo casi nulo.
Estos primeros meses los pasé totalmente muda y escuchando con atención todo el tiempo. Aprendimos algo con la ayuda de la televisión, ya que todos los programas eran en español y todas las películas tenían doblajes. ¡Me costó mucho oír a todos mis actores favoritos americanos hablar en español! También me di cuenta de que el inglés era bastante pobre entre los españoles así que para seguir adelante no había otra que aprender el idioma.
Las primeras semanas las pasamos en San José de Valderas, pero pensábamos en marcharnos lo antes posible, no era cuestión de seguir viviendo allí.
De au-pair con "mis niños"
A finales de enero me llamó una familia sueca que necesitaban una au-pair. Él era Jefe de Asea (Cia sueca), su mujer era ama de casa y tenían dos hijos pequeños. Fui a la entrevista y me contrataron enseguida, significaba un sueldo de 4.500 pesetas (27€), habitación y comida incluida. Vivían en un piso enorme muy cerca del Paseo de Castellana y hay que recalcar que los precios antes eran diferentes, un paquete de tabaco a lo mejor costaba 10 céntimos, una barra de pan 5 y la entrada a las discotecas 100 pesetas incluyendo el cubata.
No es que recuerde todo lo que pasó durante ese año en Madrid, pero escribí un diario apuntando prácticamente todo. Aún leyendo ese diario solamente recuerdo los acontecimientos a grandes rasgos, fue un año muy movido en todos los aspectos.
Viví bien con aquella familia sueca, ganaba bastante dinero que me daba de sobra para el ocio y tuve que pagarle todo a Antonio que solo cobraba 100 pesetas al mes (60 céntimos) no tenía ni para tabaco. También tenía mucho tiempo libre, los niños iban al colegio y casi todos los fines de semana los tenía libres. Seguía cada mañana con mis clases de español y por las tardes, junto con los niños, mirábamos los programas infantiles, así que poco a poco fui aprendiendo algo.
El tiempo libre lo pasaba con Antonio, aunque él todavía estaba en la mili. Había fines de semana que tenía guardia pero allí estaba mi amiga, que por fin también tuvo suerte y encontró un trabajo en una familia finlandesa. Ella también tenía un novio y teníamos también muchos amigos en común. Íbamos mucho al cine, a bares y también a las discotecas donde lo pasábamos muy bien. La familia sueca practicaban golf y cuando se marchaban a Málaga, me iba con ellos para cuidar a los niños, pero también tenía mi tiempo libre y aprovechaba para ver a los amigos que habíamos conocido años anteriores.
Terminó el curso escolar y la familia se iba a pasar la temporada a Suecia, así que me quedé sin trabajo y sin vivienda, por lo que no sabía que hacer. Sin sueldo no podía seguir en Madrid y mis padres llamaban constantemente para decirme que ya era hora de volver a casa. Pero de eso nada, no tenía ganas de volver con el rabo entre las piernas, entonces Antonio me encontró un apartamento en el centro de Madrid, Calle Leganitos. Era un piso bastante horroroso, solo tenía una ventana que daba a un patio interior, una cocina tan pequeña como un armario (Luego me di cuenta de que no tenía frigorífico), un dormitorio donde solo había una cama, un salón pequeño y un cuarto de baño que era la estancia más grande del piso. Eso sí, tenía sus ventajas, primero tenía teléfono y segundo estaba en el centro, cosa que después resultó ser fantástico, ya que encontré un trabajo como azafata en una agencia, Travellers International, que tenía su oficina en Torre de Madrid, sólo tenía que cruzar la Plaza de España.
En la Plaza de España y detrás donde al final encontré trabajo, Torre de Madrid.
Me contrataron aunque mi inglés no fuera muy fluido, pero era la ventaja que teníamos sobre los españoles, que apenas sabían nada de inglés. El trabajo consistía en buscar en Barajas, el aeropuerto de Madrid, los vuelos charters con turistas de Estados Unidos y de Japón para ser su guía durante toda su estancia. Debía enseñar Madrid de día y de noche, tenía que ir con ellos a Tablaos de Flamencos, a corridas de Toros, visitar todo los alrededores como Segovia, Toledo, Aranjuez, El Escorial y Ávila.
Un almuerzo con los compañeros de trabajo de Travellers International.
Éramos 5 - 6 azafatas de distintas nacionalidades, teníamos una red de bares, restaurantes y tiendas recomendábamos para después cada mes ir a buscar nuestras comisiones. Todos los restaurantes eran lógicamente de los más famosos de esa época y ganábamos bastante dinero, el sueldo base era 11.000 pesetas, lo que resultaba ser mucho para esa época (Aunque después llegábamos a duplicar nuestros sueldos por las comisiones que nos daban). Apunté todo en una libreta para así acordarme exactamente todo lo que ganaba durante esa época, desde 20.000 hasta 33.000 pesetas al mes.
El trabajo era bastante divertido y desde luego era muy movido, no paramos casi nunca. Siempre tenía que contar a todos los turistas cuando estábamos en el aeropuerto para no dejar a nadie fuera. Recuerdo que una vez me faltaba una pareja y aunque contara y recontara, nunca llegaba al número de personas que deberían de estar en ese grupo. Al final tuve que ir a Información y pedirles que anunciaran por los altavoces los nombres de estos turistas para encontrarlos. Me preguntó cómo se llamaban aquella pareja y yo le respondí que se trataba del Sr y la Sra Burrows, me contestó que estaba loca ya que no podían preguntar por esos nombres ya que todos se iban a reir de nosotros. Mi español no era lo suficientemente bueno como para entender lo que me estaba diciendo, pero después entendí que decir Srs Burrows en español era como gritar por los altavoces que buscábamos a los señores burros. De todas formas al final llegaron y pude seguir con mi trabajo.
Después de unos meses trabajando había ahorrado bastante dinero para poder cambiar de piso. Reconozco que está a un paso de la oficina, pero luego me di cuenta de que todos los apartamentos contiguos al mío eran para fulanas y por fin entendí la razón de por qué no había frigorífico pero si un teléfono. Ese sitio era para citas y quería irme lo antes posible. No era fácil encontrar nada, supongo como hoy en día, pero una de las azafatas me ayudó ya que conocía a alguien de su bloque que alquilaba su piso. Era un estudio, había ventana únicamente al patio de luces, había cocina con frigorífico y un cuarto de baño. Era carísimo y lo peor era que no tenía muebles, pero no tenía elección, debía mudarme. Compré lo más esencial, la cama, la mesa y dos sillas. Con unas tablas Antonio me hizo una estantería y hasta un sofá. Al final se quedo bastante acogedor, hasta tuve dinero para comprar nuestra primera televisión (El más pequeño del mercado), pero era precioso y de color rojo.