En primavera de 1993 decidí que tenía que hacer algunos cambios en mi vida. Antonio había abierto de nuevo el chiringuito y yo sabía que me iba a tocar otra vez una época de mucha soledad, así que decidí buscarme otra vivienda.
Encontré una casa adosada en la urbanización Marqués del Duero, justo a medio camino de la playa y del pueblo. Estaba algo más lejos de mi trabajo, pero lo arreglé comprándome una bicicleta.
El alquiler era de 90.000 pesetas, era bastante pero haciendo cálculos, podía pagarlo sin problemas. La casa era muy grande, tenía dormitorios enormes, igual que la cocina y que el salón. También tenía un patio súper bonito, En la urbanización, había un club comunitario con pistas de tenis y una piscina. Era bastante distinto vivir allí que en el Conjunto S. Luís.
Había decidido cambiar de casa por distintas razones, una fue la soledad que pasé durante los largos meses de verano. El Conjunto S. Luis se quedó vacío, a mi me tocaron los 30 días de vacaciones mientras los niños tenían más de 3 meses, no pude contar con Antonio porque él trabajaba todos los días desde temprano por la mañana hasta por la noche, a veces incluso hasta la madrugada. En vista de que eso no iba a cambiar, tuve que cambiarme de lugar.
Manuel fue mi mayor apoyo, le parecía bien el cambio pero Sebastián se enteró de poco, para él los días se basaban en jugar. Después vino Francisco, para trabajar en el Chiringuito junto con su tío. El se quedó con nosotros en la casa aunque hubo protestas por parte de familiares, "¿Cómo te vas a quedar con Eva si no es tu tía de verdad, solo es tu tía política? Según ellos, él debería de estar en el piso con su tío, pero él sabía muy bien dónde quería quedarse.
Julio y Manuela, mis amigos, me ayudaron con la mudanza, aunque no había mucho para llevar, ya que solo llevé lo necesario. Al final la casa se quedó bastante maja.
Manuel seguía en el instituto y nunca se quejó de aquella mudanza, aunque ahora le tocaba recorrer más distancia para llegar desde la nueva casa. Su tío Miguel, le regaló una moto vieja que tenía y creo que tampoco duró mucho hasta que se rompió. Después, cuando terminó la época de colegio, él y su primo debía ir al chiringuito a trabajar y a ayudar.
Mis padres y Annika vinieron a visitarme. El primer año no tuve mucho dinero para pagar la cuota del club Comunitario así que tuvimos que bajarnos a la playa para poder darnos un baño. No era la mejor playa de la costa, pero por lo menos estaba bastante cerca.
Durante el tiempo que viví en Marqué del Duero, fuí bastante feliz. Allí también vivían familias jóvenes y con niños de la misma edad que Sebastián. Me empecé a hacer amiga de los padres y sobretodo de Maite.
Es extraño que todas las amigas que he tenído a lo largo de mi vida en Andalucía, ninguna era Andaluza ni Suecas. Al principio sí que me relacionaba con suecas pero era más bien por compartir un idioma, una vez que hablaba español fluido, esas amistades se fueron yendo poco a poco , ya que realmente tampoco teníamos nada en común, más que hablar en sueco.
Uno de mis vecinos, Luis y Merce, tenían un hijo llamado Adrián y tenía la misma edad que Sebastián. La verdad es que se hicieron muy buenos amigos. Maite y Jose tenían 2 hijas que se llamaban Dora y Alba, también tenían la misma edad y todos hicieron pandilla. Sebastián no solo jugaba con ellos en la urbanización, sino que también salían a hacer muchos planes, excursiones, iban a ferias y celebraciones de cumpleaños.
Maite y yo pasábamos mucho tiempo juntas con sus hijas y con Sebastián. Ella me ayudaba mucho con todo, con cosas cotidianas como llevarme a la compra, cuidar a mi hijo. Me invitaba a su casa tanto para fiestas como para tomar una merienda. Así fue cómo la amistad fue creciendo entre nosotras y aún perdura en el tiempo a pesar de vivir lejos d¡la una de la otra.
En otoño cerraron el chiringuito y Antonio ya no quería vivir más tiempo solo, así que se vino con nosotros a nuestra nueva casa. Francisco volvió a Valladolid y Manuel comenzó la universidad, se mudó a Málaga con unos amigos. Pusimos el piso de Conjunto S. Luis en venta y empezamos a buscar una casa.
Junto al otoño, volvió la rutina pero decidimos pasar la navidad de 1993 en Suecia con mi hermana y mi cuñado, celebrando la llegada del nuevo miembro de la familia, Ludvig. Nació en agosto pero hasta ese entonces, todavía no le conocíamos. Esa navidad la pasamos con nieve, no era mucha pero fue la primera vez que Sebastián la podía ver en persona y lo pasamos en grande.
De vuelta de las vacaciones nos pusimos a buscar por todos los rincones una casita para comprar, era difícil ya que los precios estaban por las nubes. El propietario de la adosada quería vender la casa pero pedía demasiado para lo que era nuestra economía. Así que seguimos pagando el alquiler y viviendo allí hasta pasado el verano.
Como ese año teníamos un poco más de dinero, pagamos la cuota del Club de la Comunidad y pasamos un verano de película. Mis vacaciones las pasábamos en casa y todos los días en la piscina o en la playa. Los niños lo pasaban pipa y los padres estábamos relajados en las hamacas.
Vino también el primo de Sebastián, Víctor, que tiene un año menos. Él hablaba solo sueco y yo vi allí una oportunidad para que Sebas por fin pudiera aprender el idioma. Vaya como me equivoque, cada mañana mi hijo tenia clase de español con su primo así que, después de semanas con nosotros, Víctor sabía decir algunas frases, contar y aprendió todas las palabrotas en español.
Hubo algunos accidentes durante las semanas, Víctor pisó un erizo de mar y se llenó el pie de espinas, también se hizo daño en la barbilla. No sé qué pensaría mi hermana cuando bajó del avión, todo lleno de tiritas y contando las palabrotas que había aprendido.
Sebastián, Alba, Dora y Adrián también pasaron dos semanas en un campamento cerca de Álora. A mi hijo no le gustó demasiado pero tampoco había mucha alternativa, mis vacaciones habían terminado. En septiembre finalmente encontramos la tan esperada casa de nuestros sueños. Dos corredores de fincas amigos de Antonio nos llevaron a ver una casa en el pueblo, donde vivía una condesa viuda sueca, que quería vender por ser mayor y vivir allí sola. Me enamoré de la casa en ese mismo instante y tenía la sensación de que quería vivir allí.
Y así fue en octubre nos mudamos y en noviembre firmamos la escritura. El resto es otra historia.