El otro día en Facebook una chica sueca me preguntó, “¿Cómo puedo ir desde Marbella a Torrevieja (Alicante) en tren?” ¿Dónde compro el billete? ¿Son trenes de cercanías? ¿Van a menudo? Y terminó preguntando ¿Estoy fuera de onda?
Pues sí chiquilla, ¡Lo estas y mucho! Ni siquiera hay trenes en Marbella y mucho menos cercanías. Es muy difícil de entender cómo hoy en día algunos pueden ser tan ignorantes con los medios informáticos que tienen a su alcance. Pregunta a Mr Google, mira en Google maps, allí te indica el viaje en coche, en autobús, en tren o andando.
Todo esto me recuerda un viaje que hice sola en el verano de 1973, desde la estación de Atocha (Madrid) hasta el sur de Portugal, Portimao. Hace 47 años y para vuestra información, jóvenes, hijos y nietas, en esa época la informática no existía y mucho menos habían móviles, ¡Apenas habían teléfonos fijos en las casas españolas!
Cuando vivía y trabajaba en Madrid, recibí la noticia de que mis padres iban a pasar sus vacaciones en la costa de Algarve en el sur de Portugal.
Como hacía mucho tiempo que no les veía, empecé a organizar un viaje sorpresa para verles. Dicho y hecho, lo primero que tuve que hacer era pedir unos días libres. Trabajaba como azafata/guía para turistas americanos en una empresa que se llamaba Travellers International. Siempre había mucho trabajo durante los fines de semana, las fiestas flamencas y las corrida de toros, además se hacían múltiples excursiones a sitios como Toledo y Segovia.
Una vez libre el fin de semana fui a buscar el billete a Atocha, la Estación en Madrid para viajar al sur. Salí un jueves por la noche en un Talgo (Los trenes modernos de entonces) para Sevilla, sentada toda la noche porque no tenía dinero para permitirme viajar con una cama.
Cuando llegué a Sevilla en la madrugada del viernes, tuve que esperar otro tren que me iba a llevar a Ayamonte, el pueblo que está al borde de la frontera con Portugal, un tren bastante inferior al Talgo pero que me dejaba en unas horas en mi destino.
Desde la estación del pueblo de Ayamonte fui andando hasta el puerto para coger el barco que entonces cruzaba el Río Guadiana, la frontera con Portugal. Hoy en día hay un puente hermoso, el barco ya es historia. Recuerdo cómo cruzábamos el río y lo bonito que fue el trayecto, fue bastante corto pero la naturaleza era preciosa.
Una vez en Portugal, más bien en Vila Real de Santo Antonio, fui a la estación para realizar el último tramo del viaje, me tocaba coger un tren de cercanías muy antiguo con asientos de madera y que paraba en todos los pueblos y aldeas. Creía que nunca iba a llegar, pero llegué por fin a Portimao ese viernes por la tarde.
La estación de Portimao, como en todos los sitios, estaba ubicada en en centro de la ciudad. Tuve que coger un taxi para ir donde mi madre me había dicho que iban a estar, en unos apartamentos turísticos en la Playa de Rocha. Cuando llegué, fui a preguntar por ellos a la recepción, pero allí no estaban y como tampoco les veía en la piscina, me fui hacia la playa. Vi a mi padre desde lejos, estaba de pie mirándome y se sorprendió y dijo “¿Pero esa no es Eva?”.
Pasé todo el sábado con mis padres y mis hermanas, para después marcharme otra vez a Madrid el domingo por la mañana. En el barco a Ayamonte me hice amiga de una americana que también había estado unos días en Portugal. Ella también iba a coger un tren en Sevilla pero ella iba a Málaga. Como íbamos las dos a Sevilla me sugirió hacer autostop en vez de coger el tren en Ayamonte, me parecía una idea muy buena, así que empezamos a caminar por la carretera hacia Sevilla.
No tuvimos que esperar mucho, primero pararon una pareja que iban a una playa cercana y después un chaval que nos dejó en la misma puerta de la estación de Sevilla. Llegué a mi casa de Madrid el domingo por la noche y al día después, el 6 de agosto de 1973 ¡Cumplí 20 años!