El 4 de mayo de 1975 nos casamos en la iglesia St.Petri de Malmö, una Iglesia en la parte antigua de la ciudad y a un paso de donde vivíamos. La ceremonia fue en la capilla, era un poco más acogedora ya que no íbamos a tener tantos invitados. Aparte de mis padres y hermana, (Annika estaba en Francia), eran todos amigos nuestros o amigos de mis padres.
Unas semanas antes de la boda, repasamos los pasos con el cura. La ceremonia iba a ser más bien corta y fue tan breve que ¡Salimos antes de terminar la bendición del cura! Después de haber dado nuestros votos matrimoniales y con el anillo en el dedo, el cura se dio la vuelta para rezar y mientras rezaba, nosotros nos quedábamos con la duda de si seguir allí o marcharnos. Decidimos salir y detrás de nosotros vino el cura corriendo y gritando que todavía no habíamos terminado, (Esto ocasionó bastante risa entre los invitados).
La fiesta y el banquete lo tuvimos en la casa de mis padres y una amiga mía, maitre del restaurante del tren, se ofreció para servir la comida. Mis padres habían pedido a un restaurante del cual no probé absolutamente nada porque tenía una resaca tremenda por la celebración de la noche anterior, la despedida de soltera. En la boda nos lo pasamos muy bien comiendo y riendo, fue una celebración íntima, familiar, muy divertida y alegre.
Unos días antes de la boda tuve una bronca tremenda con mi madre, ella no aceptaba que no me vistiera de novia. A mí me parecía una hipocresía vestirme así después de haber estado viviendo con mi novio durante dos años, además de tener que pagar un dineral por un vestido solo por un día cuando me hacía falta el dinero para el viaje que íbamos a hacer a España. Recuerdo que me colgó el teléfono cuando le dije que no me iba a comprar ningún vestido, eso sí, podría haber aceptado si ella me lo hubiera pagado, pero no estaba por la labor. Así que Antonio y yo fuimos de compras y terminó él con un traje azul clarito y yo una falda y una blusa también en azul. Estábamos bien guapos y al final lógicamente mi madre se calló la boca y preparó la fiesta. Creo que como venganza nos regaló sólo una cosa, una cacerola de hierro, pero a mi me importaba muy poco ya que me había salido con la mía y era feliz.
Unos días después de la boda salimos hacia España. Mis padres hubieran sido más felices sin la boda, les parecía precipitado, pero sin estar casados no hubiésemos sido bienvenidos en España. No solamente no nos hubieran dado la bienvenida en la familia, sino que hasta los hoteles nos hubieran puesto pegas a la hora de dormir en una misma habitación, simplemente existía un choque cultural.
Yo era muy joven, bastante ignorante pero no tonta, por lo que lo entendí y como no era gran cosa ponerse delante del cura, acepté. Eso sí, nos casamos por la Iglesia Protestante, fue mi única condición ya que en esa época la Iglesia Católica no reconocía el divorcio y yo no creía en el amor eterno.
La primera parada de nuestro viaje fue en París ya que Annika estaba trabajando con una familia sueca ahí. Durante esos días, tuvimos que guiarnos con los mapas de papel y dimos como unas tres vueltas alrededor del Arco del Triunfo, ya que justo en el medio había un policía y queríamos preguntarle qué camino elegir y no conseguíamos alcanzarle para poder preguntarle. Al final conseguimos hablar con él y pudimos llegar a Saint Nom de la Breteche, donde vivía mi hermana. Nos quedamos una noche con Annika, comiendo super bien y bebiendo vinos de la bodega de su jefe. Para entonces no éramos conocedores de vinos, mirábamos las etiquetas y sacábamos los más antiguos, ¡Todos sabían a gloria!
Seguimos el viaje hacia el sur, el coche era fuerte y potente, un Volvo Amazon, así que decidimos seguir sin parar hasta nuestra segunda parada, Fresno el Viejo - Valladolid. Allí vivía el hermano de Antonio con su familia, además iban a tener una fiesta, la primera comunión de su hija Raquel. Se juntaron todos, la familia Del Pozo y los Astudillos. Miento si digo que recuerdo algo de esa fiesta, me sentía bastante fuera de lugar, el trato era bueno, pero era obvio que yo era una persona no solamente extraña sino una extranjera que destacaba mucho.
Pilar, la madre de la niña y ahora mi cuñada, fue muy amable y agradable, me enseñó el pueblo y me presentó a sus hermanos. Fidel, su marido, mi cuñado me daba la impresión de ser un chulo y un machista (Y no creo que me equivocara mucho). Yo era ajena a todos los comentarios, primero porque no entendía muy bien el español y segundo porque nadie se acercó para hablar conmigo. En esos momentos me sentí bastante sola, puede ser que esperaba un trato diferente y no una bienvenida tan fría de la familia.
Después de la comunión seguimos el viaje hasta San Lorenzo del Escorial, donde vivía y trabajaba mi suegro, la finca se llamaba Puerta Verde. Mi suegro era el mayoral de la finca donde se criaban toros bravos. La casa era bastante modesta pero acogedora y después de unos días en la finca seguimos con nuestro viaje. Primero fuimos a Madrid para ver a Nati, mi cuñada, y después seguimos hacia el sur, a Fuengirola. Encontramos un hostal al lado del Paseo Marítimo y allí nos quedamos unos días. Recuerdo que hicimos muchas compras, venimos de Suecia y nos pareció todo tan barato, especialmente todo lo relacionado con piel, chaquetas y zapatos.
Una semana después nos tocó dar vuelta, no lo recuerdo mucho ya que fue un viaje bastante rápido, creo que paramos una vez en Madrid pero después fuimos todo recto, parando en Francia y después a Travemunde, el puerto en Alemania, para coger el barco que nos llevó de vuelta a casa, a Suecia.