¡Mi gordito!
¡Mi gordito!
El 8 de julio de 1976 nació mi hijo mayor, Manuel. Estuve trabajando hasta que llegó más o menos su día de nacimiento porque me encontraba fenomenal. Además me habían dicho que estaba bien moverse y andar en vez de quedarse sentada, ¡y yo les hacía caso! Aparte de trabajar, tenía el piso más limpio de la ciudad y los cristales estaban impecables, aún así el bebé llegó a su hora.
Por la noche del día 7 empezó el parto. Annika (que vivía en el mismo edificio) y Antonio estuvieron conmigo contando los minutos ya que no valía la pena ir al hospital sin estar bien seguro de que se trataba de un parto y no de un simple aviso.
Pero no fue un aviso, a las 10 de la noche fuimos a toda pastilla al hospital. Yo nunca asistí a las clases de maternidad, mis horarios de trabajo me lo impedían y tampoco tenía ningún interés especial en ir, fui bastante ignorante. Pensé que si había tantos niños e incluso familias numerosas en el mundo, esto no podía ser tan terrible. Estaba un poco equivocada, pasé unas horas bastante malas. Antonio que me acompañó durante todo el parto sin saber qué hacer, más que quitarme el sudor de la frente. Creo que estaba a punto de desmayarse, ¡él era otro ignorante!
Fue un parto bastante rápido y unas horas más tarde, sobre la 01:10, nació mi hijo. Manuel pesaba 3,6 kilos y medía 52cm de alto. El alivio fue tremendo, el dolor se quitó enseguida y en mis brazos tenía un bebé gordito y un poco maltratado por la lucha que tuvo que hacer para salir y ver el mundo. Antonio se fue a dormir un rato ya que estaba bastante agotado, pero volvió por la mañana acompañado de Annika para ver al maravilloso bebé.
La alegría duró poco porque también vino el medico informándome de que la analitica indicaba que tenía demasiados glóbulos (No sé cuales) pero cada vez se quedaba más y más amarillo, por lo que tenía que llevarle urgentemente al hospital infantil, así que me quitaron al bebé de mis brazos y se lo llevaron. Lloré a mares ya que no entendía nada de lo que estaba pasando. Le pusieron debajo de una lámpara de sol y cuando lo vi allí en la cuna solito se me saltaban otra vez las lágrimas. No me dejaban quedarme con él, me mandaron a casa y en vez de llevarme al niño, ¡me dieron una máquina para sacar leche! Mi niño se quedó allí durante una semana y la siguiente analítica que le hicieron estaba bien y pude por fin llevarle a casa.
Antonio con su hijo recién nacido
Navidad 1976
Durante esos días no supe nada de mis padres, ellos habían decidido coger vacaciones. Tenían una cabaña alquilada en el norte de la provincia y allí no tenían teléfono, por lo que no se enteraron de nada hasta que volvieron a su casa. Yo estaba enfadada y triste con ellos, era el primer nieto y decidieron irse de vacaciones justo cuando llegaba la fecha del nacimiento, para mi era bastante incomprensible. Nunca escuché tampoco ninguna justificación o perdón por su parte más que mi padre que intentó explicarme que no pintaban nada en el parto y que si el niño hubiese muerto, lo habría hecho también si ellos hubiesen estado presentes, una explicación que lógicamente no compré, además fue muy poco empático hacia unos padres de un recién nacido.
Pero el tiempo pasa y uno guarda todos esos rencores en un cajón. Los abuelos estaban encantados con su primer nieto y por fin había un chico en la familia. Mi padre estaba feliz y amaba a su nieto por encima de todo, lógicamente quería a todos sus nietos y bisnietas pero el primero fue como algo especial, además por fin otro varón en la familia, una familia que hasta entonces él era el único hombre. Los años pasaron y creo que entre los dos había una conexión muy buena.
En la playa de Höllviken junio 1976
Annika con su sobrino