Lindängen, nuestra primera vivienda propia.
Lindängen, nuestra primera vivienda propia.
En otoño de 1977, después del fracaso en España y de nuestra aventura en Fuengirola, volvimos a Malmö, Suecia (Mi ciudad natal), ¡con el rabo entre las piernas!
Yo volví con el niño en avión y Antonio vino días después con el coche. Cuando llegamos, no tardamos mucho en encontrar un piso para alquilar, aunque se situaba en un barrio que no tenía muy buena reputación, lo bueno fue que no pedían referencias ni avales ni fianzas.
Fuimos recuperando los muebles que dejamos en casa de mis padres, en casa de mi hermana y el trastero de un amigo y nos instalamos en el piso de Rosengard.
A Antonio le esperaban en el restaurante Lundia con los brazos abiertos, mientras yo me quedaba con el niño en casa aburrida como una ostra. Pero no era cuestión de buscar o volver a trabajar en el tren con un niño pequeño. Conforme Antonio iba ganando dinero y ahorrando todo lo posible al final teníamos la entrada para un piso.
Suecia tiene otro sistema para conseguir una vivienda propia. Al comprar un piso, pagas la entrada (lógicamente varía según el barrio y tamaño ) y después se paga una pequeña mensualidad el resto de tu vida. Un dinero que va al mantenimiento del edificio y las zonas comunes. Al ser ese piso de tu propiedad, lo puedes arreglar y posteriormente venderlo. El sistema hace que la mayoría de las personas puedan conseguir su propio piso y los jóvenes independizarse.
Antonio en el Restaurante Hotel Lundia
Trabajando como secretaria en Malmö
Por fin teníamos algo nuestro y parecía que todo iba sobre ruedas. Conseguimos una plaza para Manuel en la guardería más cercana. Yo conseguí una beca para estudiar durante unos meses. Iba a aprender mecanografía, taquigrafía y otras muchas cosas que hacían falta para ser una buena secretaria. Mientras tanto, Antonio seguía con su trabajo en el restaurante de Lund y a su vez, trabajaba de vez en cuando en algunas fiestas como extra. En esa época un camarero/maitre ganaba bastante dinero.
Una vez finalizado mi curso, que por cierto saqué muy buenas notas, no tardé mucho en encontrar un trabajo. Era una inmobiliaria que vendía pisos y casas en la Costa del Sol, en la zona de Fuengirola. La empresa se llamaba Panorama Sol y la oficina central estaba ubicada en Copenhague, el dueño era danes y en Malmö tenía la oficina afiliada y allí me contratan como secretaria.
El trabajo me iba como anillo al dedo, la oficina estaba recién abierta y yo era la única trabajadora, mi jefe también era un encanto de persona. Podía hablar español con mis compañeros de Málaga, organizar los viajes para los posibles clientes y de vez en cuando acompañarlos los fines de semana a Costa del Sol. A Antonio no le hacía mucha gracia esta situación, ya que debía de quedarse sólo con el niño y tampoco le hacía mucha ilusión que su mujer se fuera por allí sola. Finalmente tuvimos que adaptarnos a esa situación ya que el sueldo era muy bueno y no era momento de rechazar nada.
Una vez llegué a Málaga, mis compañeros que trabajaban ahí lo tenían todo organizado. Planificaron los hoteles, las comidas, los autobuses necesarios y las visitas a las casas, por lo que una vez allí pude relajarme y disfrutar del viaje. Se vendían bastantes pisos y chalets entre los suecos y los daneses, muchos pagaban con dinero “negro”. Me hice amigo de un abogado español que trabajaba en la empresa, él hacía los contratos de compra-venta. Después de unos meses me ofreció trabajar con un amigo suyo que iba a montar una inmobiliaria en Marbella, más bien en Puerto Banús. Antonio, ya harto de Suecia (Por el clima y el aburrimiento), me hizo ver que teníamos una buena oportunidad para volver a España y encima con un trabajo.
Antes de decidirme, fui a Madrid a hacer una entrevista con el gerente de la empresa Urbemar. Como mi suegro vivía en San Lorenzo de El Escorial, Puerta Verde, aproveché el tiempo y fui con Manuel para ver a la familia.
La entrevista salió bien, acordamos las condiciones y quedamos en que empezaría a trabajar más o menos en otoño de 1979, para entonces iban a tener la oficina de la inmobiliaria terminada en Puerto Banus, Marbella.
Todo sonaba muy bien así que cuando volví a casa, hablé con Antonio y decidimos mudarnos definitivamente a España.
Había dos razones de peso para decidirnos, la primera era la más decisiva e importante, la Policía danesa detuvo al propietario de la empresa y lo llevaron a los tribunales por estafa. No recuerdo bien toda la historia pero según mis compañeros de Málaga, él había vendido la misma casa a varios compradores y también vendió varias casas que ni siquiera estaban en venta!
Muchos de los compradores no podian denunciar la estafa porque habian pagado en negro, así que fueron estafados y nunca pudieron hacer nada. Finalmente, la empresa cerró, hubo juicio y el danes jefe tanto como su mujer terminaron en la cárcel.
El segundo motivo era que Antonio tenía muchos problemas de adaptación, los inviernos eran muy duros y se aburría mucho. También tenía yo 26 años y me acababa de quedar sin trabajo, por lo que acepté el trabajo en Marbella.
Mis padres lógicamente no estaban nada contentos ya que su hija y su nieto se volvían a ir muy lejos. Esta vez no dejamos nada, vendimos el piso por un buen precio y nos compramos una furgoneta donde metimos nuestros muebles y pertenencias. Antonio se despidió de su trabajo, cerramos nuestras cuentas y adiós Suecia.
Antonio se fue solo con la furgoneta mientras yo y Manuel nos íbamos con una amiga que acababa de comprar un piso en Fuengirola y estaba encantada de tenernos como acompañantes en su coche. Así que otra vez estábamos de camino a España, sin teléfono y sin GPS. Nuestra primera parada fue en la finca Puerta Verde en San Lorenzo de El Escorial y ¡desde allí bajamos a San Pedro Alcántara y allí empezaron nuestros años en España! Fue en el verano de 1979.