En junio de 1979 vendimos el piso de Malmö, compramos una furgoneta y la llenamos con todas nuestras cosas para mudarnos a España, más bien a Marbella.
Mientras Antonio llevaba la furgoneta, Manuel (que iba a cumplir tres años) y yo, fuimos con una señora que acababa de comprarse un piso en Fuengirola ya que le interesaba tener acompañante durante el viaje hacia el sur.
Mis padres estaban rotos de dolor, tristes de no poder ver a su único nieto. Estaba angustiosos ya que se trataba de un trayecto muy largo y porque el futuro era un poco incierto. Pero yo ya tenía un trabajo asegurado y Antonio había trabajado mucho de camarero y en la costa no iba a tener problemas de encontrar algo, así que nosotros no teníamos miedo.
Así empezó nuestra aventura y en julio ya estábamos instalados en un pisito de San Pedro Alcántara.
El primer disgusto vino cuando nos enteramos de que la oficina que me prometió un trabajo, ¡No existía! Era solo un local con cuatro paredes de ladrillo. Comencé a hablar por teléfono con el gerente de Madrid y solo se disculpaba, prometían que pronto iban a estar en funcionamiento, cosa que no pasó. Creo que años después se instalaron correctamente pero entonces no me interesaba, como era lógico, tuve que buscar otra salida.
Al poco tiempo, tuvimos que buscar otro piso y encontramos uno mucho más grande y por mucho menos alquiler. Era un piso que ya estaba amueblado, por lo que tuvimos que reordenarlo todo para que los muebles que ya teníamos, entraran en la casa. Muy bonito no quedó.
Antonio encontró un restaurante en venta en Puerto Banús y después de juntar dinero con ayuda de sus familiares, pudo comprarlo. Al principio fue bastante duro, teníamos que levantar un negocio desde cero, pero poco a poco el restaurante iba cogiendo forma y comenzamos a tener una clientela fija.
Conocí a una mujer inglesa en San Pedro, iba a realizar clases de inglés de forma autónoma pero no quería dejar su trabajo de secretaria, trabajaba para un agente de seguros. Por lo que me convenció para que yo fuera a ver ese puesto. Al principio tenía mis dudas, no sabía cómo podría gestionar el cuidado de mi hijo, con el restaurante y con un trabajo de oficina.
Finalmente, decidí acudir a la entrevista de trabajo, la oficina estaba a 200 metros de nuestro piso y me contrataron solo para 2 horas diarias, por lo que me parecía un buen comienzo.
Por las mañanas trabajaba en el restaurante, con Manuel corriendo por todo el puerto con su amigo y por las tardes, trabajaba en la oficina. Por lo que no tenía nunca ni un minuto libre, siempre me encontraba trabajando. A los 3 meses me quedé embarazada, pero tuve un aborto espontáneo, yo le culpo al estrés y al trabajo.
Tuve que dejar de trabajar en el restaurante y como mi jefe J. Knight me ofreció a trabajar más horas, me quedé en la oficina todas las mañanas y con un sueldo mucho más alto, (casi 25 años, menos un lapsus de año y medio).
Mientras que yo mejoraba profesionalmente (Avanzaba en la oficina, mejoraba mi inglés, comprendía cada día mejor los tipos de seguros que había y mi jefe cada día estaba más contento, por lo que el sueldo subía...) para Antonio la situación era totalmente la contraria. Estaba harto del restaurante y harto de San Pedro, ya que para él se le quedaba pequeño. Un día, hablando con su padre, él le ofreció el negocio del siglo. Se trataba de una vacas que alguien quería vender por muy buen precio, por lo que tuve que renunciar a mi trabajo en la oficina para irnos a Navalmoral de la Mata para comenzar nuestra aventura como ganaderos. A su vez, ese mismo año cumplía 30 años y lo celebré con toda mi familia.